Paloma Sánchez-Garnica dice
con sinceridad que escribe “para aprender”, con la misma rotundidad que asegura
que “cuando termino de leer una novela, soy una persona distinta”. La escritora
madrileña siente que “las historias que elijo o que me eligen me permiten poner
orden en un caos de conocimiento”, porque “la escritura me ayuda a organizarme,
a estructurar conceptos y a entender la historia, con minúsculas y con
mayúsculas”.
Dicen que Sánchez-Garnica llegó
a la literatura por casualidad, porque empezó a escribir hace tan solo once
años, pero, cuando se detiene a reflexionar sobre el curso de su vida, la
escritora cree que hay algo que la fue llevando a lo largo de la vida a
formarse para luego lanzarse a escribir.
En cualquier caso, el momento
en que se sintió motivada para escribir resulta hasta cierto punto novelesco,
porque fue en una reunión de amigos, cuando alguien comentó ese tópico que
señala que una vida plena se tiene cuando se han tenido hijos, plantado un
árbol y escrito un libro.
Ese fue el impulso que la
llevó a sentarse a escribir, porque lo demás ya lo había hecho. En 2006 tenía
escrita su primera novela, El gran arcano.
Después llegarían otras tres –La brisa de
Oriente, El alma de las piedras y
Las tres heridas– y la quinta está
ahora mismo en manos de su editora. “Me pasé mucho tiempo buscando mi sitio en
el mundo, lo encontré a los cuarenta y tantos años y de aquí no me muevo”, dice
satisfecha, mientras reflexiona que “había algo dentro de mí que me llevó hasta
aquí”.
Gran lectora, Sánchez-Garnica
cuenta para crear sus aventuras con su interés por la historia y conocimiento
en la materia, puesto que es licenciada en Geografía e Historia, pero sobre
todo, cuenta con la disciplina que adquirió tras estudiar dos carreras en la UNED (Derecho, además de la
anterior) y el carácter que imprime haber dedicado cinco años de su vida a
preparar unas oposiciones a registros.
Compara la soledad que
experimentó como estudiante a distancia con la que ahora siente a la hora de
escribir: “en el proceso de creación estás sola ante el mundo y preguntándote
si este esfuerzo que haces vale la pena”, como cuando preparaba sus estudios en
la UNED en “una
soledad absoluta”, armada de una disciplina rigurosa y con altas dosis de
confianza en sí misma.
Para la escritora, “todos los
libros tienen algo de viaje, porque o son físicos o son interiores”. Al menos
es lo que ocurre en La brisa de Oriente,
“un viaje en la adolescencia más cándida en la que el personaje principal
estructura su vida” o en El alma de las
piedras, sobre el Camino de Santiago, que además del recorrido físico
supone “para quien lo hace de verdad, un viaje interior que no deja
indiferente” y en el viaje interior del escritor protagonista de su última
novela, Las tres heridas, “presente un poco en la
piel del escritor” protagonista.