Mary Morris se proclama “feliz”
cuando viaja: “tengo que decir, y quienes me conocen estarían de acuerdo, soy
una persona diferente en el camino. Cosas que me molestan en casa me importan
menos cuando estoy de viaje. Estoy simplemente feliz; es todo lo que hay”.
Alcanzar ese estado de ánimo es suficiente para proponerse viajar, sin embargo,
Morris además escribe sobre sus viajes.
La escritora estadounidense es la
primera de las doce firmas que participan en la primera edición de Periplo, el
Festival Internacional de Literatura de Viajes y Aventuras de Puerto de la
Cruz. El lunes 23 de septiembre se
encontrará con el público, a las 20.30, en el patio del Museo Arqueológico de
Puerto de la Cruz ,
dentro de la sección dedicada a las mujeres viajeras, que lleva el título de
uno de sus relatos de viaje Nada que
declarar. Mujer viajando sola.
Cuando se le pregunta por qué es
escritora de viajes, Mary Morris cita la opinión de un crítico japonés, que
hace unos años señaló que ella es menos una escritora de viajes que una
escritora de las historias que suceden durante un viaje. “Creo que esto es
completamente veraz. Siempre estoy tratando de contar una historia y si no
tengo una historia, entonces probablemente no escribiré sobre el viaje”,
reflexiona, y da como ejemplo el origen de su libro The River Queen (2007, Henry Holt and Co), que resultó aclamado por
la crítica: “En 2005 tenía un contrato para escribir un libro sobre el río
Mississippi, algo que realmente no quería hacer, pero entonces me encontré con
estos dos locos pilotos de río, Tom y Jerry, que estaban dispuestos a llevarme
río abajo en una casa flotante y ese viaje y esos hombres se convirtieron en mi
historia”.
Según la crítica, en el relato de
ese viaje por el mítico río, Morris se mueve entre el paisaje externo de
Mississippi y un paisaje interior marcado por el sentimiento de pérdida tras la
muerte de su padre. Para la autora, este u otro viaje, cualquier viaje, es
siempre un viaje interior: “a veces he sido criticada por esto. He oído incluso
que existe algo llamado el problema Mary Morris”, algo así como “un viajero tal
vez demasiado ensimismado”. Pero la escritora lo tiene claro: “Proust lo
expresó tal vez de la mejor manera, cuando dijo que al viajar no se trata tanto
de ver nuevos lugares, como de ver con nuevos ojos”.
Por eso, afirma, “siempre estoy
buscando lugares en los que mi "paisaje interior" y el paisaje
exterior pueden encontrar una coincidencia” y aventura que eso fue lo que le
pasó a Henry Miller en su viaje a Grecia: “creo que Henry Miller encontró esto en
el coloso de Marousi”, y está segura de que es lo que ocurre en su propio caso
como viajera y escritora: “supongo que es lo que encontré en México y lo que encontré
una y otra vez en otros viajes que han llegado a representar distintos momentos
en mi propia vida”.
La experiencia viajera, en
cualquier caso, la vive sin pensar en el relato. “Nunca voy a un viaje pensando
que voy a escribir sobre él. Por ejemplo estoy en camino a las Islas Canarias,
aunque, sea una visita corta. Tal vez saldrá algo de esto, tal vez no. Pero es
la emoción del viaje en sí mismo lo que me atrae. Siempre”.
Viajar en soledad no es lo mismo
para los hombres que para las mujeres; de esto está convencida. “Las mujeres se
mueven por el mundo de forma diferente a los hombres”, sentencia. Los viajes de
hombres y mujeres son diferentes, porque las mujeres “tenemos que enfrentarnos
a los prejuicios; las amenazas que debemos evaluar son diferentes. Creo que
viajando solas, las mujeres son especialmente vulnerables en países donde se
espera que las mujeres sean mucho más sumisas y dóciles”.
Sin embargo, la escritora se
rebela ante la idea de la existencia de una voz literaria masculina
diferenciada de la voz literaria de las mujeres: “sinceramente, desearía que no
existiera diferencia entre la voz femenina y la masculina en la literatura; me
molesta que sigan existiendo esas diferencias”, pero dejando eso por sentado,
“tendría que decir que sí, pienso que hay diferencias entre la forma en la que
las mujeres escriben sobre sus viajes y la de los hombres. Los hombres
raramente se meten en sus historias. Se distancian de sus emociones”.
Las mujeres viajeras, en cambio,
están más dispuestas a meterse en cada página, quizá porque al moverse por el
mundo confrontan situaciones por el hecho de ser mujer, así que es natural que
acaben hablando de ellas y “entonces tendría que decir, con cierta renuencia,
que tal vez su voz es más íntima y personal”.
Pero este asunto de las
tonalidades de las voces literarias de hombres y mujeres agota a la escritora: “estoy
cansada de estas distinciones, como estoy cansada de ver solamente hombres que
se realizan como atletas o se desarrollan como políticos. Ojalá desaparecieran
estas diferencias”.