“Articular
un discurso propio” es esencial para un evento cultural como un festival de
teatro; es la opinión de Octavio Arbeláez, director del Festival de Teatro de
Manizales (Colombia), que presentó esta mañana en el Foro Transoceánico de Festivales
y Trabajo Artístico de Calle (FTF), que celebra su segunda edición en Puerto de
la Cruz
(Tenerife, Islas Canarias) dentro de la agenda de actividades previas a la
celebración del Festival Internacional de Arte en la Calle de Puerto de la Cruz , Mueca.
La
apuesta del festival de Manizales en estos momentos es “mostrar el teatro
emergente en la actualidad en América Latina; presentar el trabajo de la
generación de relevo”, indicó Arbeláez, quien destacó que existen otros
festivales “de otoño” que evitan correr riesgos y programan según las modas.
Al
otro lado de este enfoque, la labor del Festival de Manizales “patea los
países, ve los espectáculos, detecta los elementos emergentes y apuesta por
ellos”. El director del festival colombiano aseguró que “encuentro muy
interesantes a los treintañeros”, una generación joven que está creando “nuevas
dramaturgias” y que “está despegando y
saliendo a Europa”, según señaló la española Natalia Álvarez, de la Unidad Técnica del programa de
cooperación cultural Iberescena.
Álvarez,
indicó que esta nueva generación “está trabajando en red y haciendo
plataforma”. Para la representante de Iberescena en el FTF en estos momentos,
en el ámbito de la actividad teatral en América Latina “se están tornando las
cosas: se está dejando de mirar a Europa” y se busca más lo que se produce en
la región.
En
otras épocas, explicó Natalia Álvarez, se daba la paradoja de que un festival
contaba con espectáculos europeos auspiciados por las embajadas u otras
entidades culturales de estos países, mientras que, por falta de fondos, no se
podía invitar a compañías de naciones vecinas a la anfitriona del evento. Estas
circunstancias son algunas de las que motivaron la creación de Iberescena, el
programa de cooperación cultural que actualmente financian Argentina, Brasil,
Colombia, Chile, Costa Rica, Ecuador, España México, Perú, República Dominicana
y Uruguay.
“Muchas
veces, el público es conservador: busca lo que conoce”, explicó el mexicano
Mario Espinosa, director del Centro Universitario de Teatro (CUT); “por suerte,
la curiosidad existe; hay personas que buscan la joya, la rareza, lo
excepcional. Eso es más arriesgado”, dijo.
Para
el experto mexicano, lo más interesante de la evolución de los festivales de
teatro en América Latina es que “cada vez tienen un perfil más marcado, se
arriesgan más con la programación”. Espinosa recordó que “para ser programador
no es suficiente que te gusten las artes escénicas, conozcas artistas,
compañías y espectáculos y tengas una buena cartera… hay que provocar un
diálogo entre los artistas y el público”, sentenció.
Desde
este punto de vista, el director del CUT de México se mostró más partidario de
“un espectáculo que no sale muy bien pero plantea buenas preguntas” y no tanto
de los espectáculos “que salen redondos pero no plantean esas preguntas”. Por eso,
“abrir espacios para nuevas compañías con nuevas propuestas es muy importante”.
El
festival debe presentar un “perfil claro en su programación”, dijo Espinosa,
aunque siempre debe mantener viva su capacidad de transformación, que es una
señal de “consistencia”, puesto que transformarse y permanecer como evento
cultural es muy difícil.
“No
todas las organizaciones tienen la capacidad de reformularse”, recordó el
mexicano al tiempo que alabó la evolución de la Fira de Tàrrega (Cataluña), representada en el
FTF por su gerente, Pau Llacuna. Llacuna explicó que la Fira cambia de director
artístico cada cuatro años y que esa rotación es una de las explicaciones de la
evolución de este mercado y festival de teatro.
Los
participantes en el foro coincidieron también en que la globalización provoca
una reacción de vuelta a lo local. En este sentido, Mario Espinosa aseguró que
en su país “estamos saliendo al barrio”, en busca de un “público fiel”. En
Madrid, señaló Natalia Álvarez, el fenómeno se expresa en las experiencias del
teatro doméstico y en el regreso a las pequeñas salas, como una expresión de necesidad
de “arropamiento”.