sábado, 11 de mayo de 2013

Krosny inventa el poder del gesto en Mueca




Solo puede llamarse magia o resultado de un acto de intuición colectiva el intenso momento de comunicación entre público y artista que consiguió en Mueca el mimo polaco Ireneusz Krosny durante su espectáculo Mime for laughs en la plaza de Europa cuando, sin palabras, como mandan los cánones de su disciplina, se convirtió en el director de una orquesta imaginaria apoyada por un público tan compenetrado que sabía con precisión lo que tenía que hacer. 

Orquesta inexistente y un público tan real y contundente como las más de dos mil personas que asistían a la representación en la plaza siguieron al unísono y disciplinados como la mejor formación clásica la batuta imaginaria de este genio de la escena para interpretar el Danubio azul.

Krosny arrancó su hora intensa de espectáculo con unos números clásicos de mímica para ir creciendo en intensidad expresiva, en explotación de la capacidad de comunicación a través del cuerpo y de los gestos del rostro y en las ocurrencias con la que hila sus relatos mudos hasta arrancar los aplausos y provocar la risa incontenible.

La hilaridad contagiosa recorrió la grada instalada en la plaza, para bajar por la calle de Las Lonjas hacia la cofradía pesquera. La risa, los aplausos y sonidos pregrabados eran la única interrupción del silencio con el que Krosny trabaja, aparte, del sonido del mar y la fuente del Lago Martiánez, que se alzaba a lo lejos como para dejar claro que el espectáculo se estaba celebrando en Puerto de la Cruz. 

Krosny acompaña su actuación con unos sonidos que dan color a un escenario dominado por el negro de su uniforme de mimo y del telón con el que delimita el espacio y, para apoyar, un cielo oscuro de luna nueva y ausente. En esa oscuridad, el hilo de luz que sale del foco de una linterna comunica algo más allá de lo imaginable y construye sus movimientos los apuros de un ladrón torpe y con mala suerte, casi gafe.     

El soporte físico del trabajo de Krosny son sus músculos, parece tener en la cara más de los que corresponden al catálogo de musculatura facial humana. Al menos, sabe dónde se encuentra cada uno de ellos y cuáles son las teclas que los mueven y estiran hasta la exageración. Su cuerpo puede ser duro y preciso cuando se trata de ser un guardaespaldas rotundo y grácil y etéreo cuando el personaje es una señorita coqueta.

La actuación no podía ser la que fue en Puerto de la Cruz sin el público sabio de Mueca, un conjunto de amantes del teatro de calle, con ganas de disfrutar, que después de once años de experiencia , sabe mantenerse entregado al silencio a la espera de la próxima gracia.

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