miércoles, 2 de julio de 2014

Pregón Fiestas de Julio Puerto de la Cruz 2014


Pregón Fiestas de Julio Puerto de la Cruz, a cargo de Don Carlos Alonso, presidente del Cabildo Insular de Tenerife.

Queridos ciudadanos del Puerto,

Ser pregonero de las fiestas mayores del Puerto de La Cruz es un gran honor para mí y lo hago hoy, no como Presidente del Cabildo, sino como ciudadano de la isla, enamorado del Puerto, ahora y en el pasado, como lo estuve y lo estoy de una de sus hijas. Con la vinculación de los sentimientos y del querer, que hace que todo sea posible, para el mejor futuro de una ciudad que disiente todo y es bueno que lo haga,  pero a la que hay que mirar de frente para decirle la verdad, la verdad del cambio para, conservando lo mejor del pasado, extraer los mejores sentidos y los mejores sentimientos.

Las Fiestas de Julio son sin duda las fiestas de los sentidos.

La intensidad que se vive esos días es tal, que cualquiera que se acerque hasta aquí, es incapaz de permanecer ajeno ante este derroche de sensaciones.

Devoción por el Gran Poder de Dios, pasión por la  Virgen del Carmen y cariño sincero por San Telmo, son los sentimientos que realmente mueven a las miles de personas que salen a la calle al son que marca un pueblo, orgulloso de mantener intacta una tradición que recuerda sus orígenes pescadores.

Sin duda, la grandeza de este día viene marcada por la sencillez de las pequeñas cosas. Pequeños gestos que demuestran la riqueza del corazón de los portuenses.

Fiesta de los sentidos porque no hace falta más.

Corazón y sentimiento es lo que da vida al Puerto durante estos días. Lejos de grandes
ceremonias más o menos solemnes, el protagonismo lo adquiere aquí el pueblo, esencia de una tradición que jamás se puede perder. Eso es lo que les hace diferentes y únicos. Los rostros de las miles de personas que ese martes de julio se reúnen para honrar a la Virgen reflejan el sentir de quien no se acompleja a la hora de lanzar alabanzas y gritos a su Reina.

Pequeños gestos que los hacen grandes.   

Es cierto que la festividad de la virgen del Carmen se celebra en numerosos municipios de toda España, pero me atrevo a asegurar que en ninguno con el fervor que se vive en el Puerto de la Cruz.  Cuando ya era muy popular esta fiesta en España, en los primeros años del siglo XVIII, el almirante mallorquín Antonio Barceló Pont de la Terra, impulsó su celebración entre la marinería que él dirigía. Fue a partir de entonces cuando la marina española fue sustituyendo el patrocinio de San Telmo por el de la Virgen del Carmen. En 1726, durante el pontificado del Papa Benedicto XIII, se estableció oficialmente el 16 de julio como el día de su festividad, condicionado en el caso del Puerto de la Cruz por el estado del mar, entre otros motivos. 

Aquí, la celebración de este día se la debemos a Antolín Fernández, párroco de la querida, la muy querida por mí, Nuestra Señora de la Peña, quien consideró en 1921 que no era oportuno seguir celebrando esta fiesta en el municipio de Los Realejos adonde acudían los marineros a cargar la imagen. Fue entonces cuando decidió sacar en procesión a la Virgen del Carmen (la del Buen Viaje) y a San Pedro González Telmo y embarcarlos para recorrer y bendecir la costa portuense.

Aunque la Virgen del Carmen sea patrona de los marineros y le pidan ayuda y auxilio, entre los continuos zarandeos que resaltan la bella imagen del portuense Angel Acosta Martín, no es menos destacado el fervor hacia San Telmo. No en vano, la ermita en honor de su patrón, el que hizo a la Virgen aquellos “zapatitos blancos con la vela de su barco”, fue costeada en 1626 por los marineros en el Boquete, sobre las peñas de la caleta, una planicie sobre las cuevas a la altura del mar, donde los monjes dominicos pasaron a decir misa y administrar los sacramentos. Pedro González, tradicionalmente conocido como San Telmo, fue consejero del rey Fernando III el Santo y se dedicó  en su misión apostólica a ayudar a los necesitados y especialmente a los marineros.

La ermita fue reconstruida tras el incendio que destruyó la primitiva capilla en 1778 y ha sufrido los embates del mar bravo del norte, como recuerda la placa que detalla los sucesos de 1826, algunas de cuyas víctimas también están enterradas en el subsuelo de esta bonita capilla, abierta hoy igualmente al culto para la colonia alemana.

Sin duda, uno de los momentos más emotivos del día de la Embarcación es cuando San Telmo y la Virgen del Carmen se asoman a la Punta del Viento a saludar a su pequeña  ermita, huella imborrable de la historia de este municipio.

Idéntica devoción es la que rinde el pueblo a su “viejito”, eterno protector frente a las adversidades. Cuentan que fue un descuido  el que hizo que el destino final de la imagen del Gran Poder de Dios fuera la iglesia de la Peña y no la Isla de la Palma como estaba programado en un principio. El mar se enfureció de tal forma que impidió su devolución en varias ocasiones  y gracias a eso ha quedado para siempre en este municipio como Alcalde Honorario y Perpetuo de la ciudad, recorriendo dos veces al año las calles acompañado de numerosos fieles que le confían sus más profundas plegarias.

Toda esta herencia religiosa y cultural ha permanecido intacta con el paso de los años y con los cambios experimentados en una sociedad que ha avanzado con los tiempos.

Pero paralelamente, los portuenses han vivido importantes cambios en su modelo económico en función casi siempre de condicionantes externos, sabiéndose adaptar y sacar partido a esos nuevos cambios. De un pueblo de pescadores, pasó a vivir del comercio y de la exportación en función de una localización estratégica en el norte de Tenerife donde se encontraban los centros de producción vitivinícola más importantes.

Las parras de viña van desplazando a la caña de azúcar que queda como cultivo residual y saliendo de este Puerto, los vinos canarios ganan de una fama importante sobre todo en Inglaterra y las colonias americanas. En ese ímpetu, se instalan las casas comerciales o agencias que se ocupan de la importación y de la exportación de mercancías.

La actividad comercial con el norte de Europa y Portugal convirtió a Puerto de la Cruz en el principal puerto de la Isla, llegando a concentrar las cuatro quintas partes del comercio exterior de Tenerife. Es el propio Rey Felipe IV que proclama al Puerto "llave de la isla" como ha quedado simbolizado para siempre en el escudo del municipio.  Pero la caída del comercio del vino como consecuencia de la reincorporación al mercado de la producción vitivinícola de la Península, Francia y Portugal, la epidemia de fiebre amarilla, el aluvión de 1826 y el desplazamiento de la actividad comercial y portuaria hacia el muelle de Santa Cruz, convertida en capital regional, fueron condicionantes para un nuevo cambio.

Fue entonces cuando los portuenses dirigieron sus miradas hacia la agricultura, con la incorporación de nuevos cultivos agrícolas de exportación como la cochinilla y el plátano que vinieron a suplir al viñedo. Luego vendría el expansionismo colonial y con él, el desarrollo de una importante actividad turística,  vinculada a las bondades del clima, el paisaje y sobre todo, sus gentes.  

En todo este vaivén comercial y económico del Puerto de la Cruz, se fue forjando una sociedad abierta a las influencias externas, con ganas de empaparse de todo ese saber y conocimiento que venía de fuera. No me cabe la menor duda de que en el Puerto de la Cruz  cristaliza la Isla Exterior, idea que defiendo en la actualidad como ideal de Isla también para el futuro. Una Isla abierta al mundo capaz de aprovechar su posición estratégica como puente entre continentes. Y eso ocurrió en el final del s. XVIII en donde la isla y el Puerto de la Cruz  participaron activamente en la construcción de un nuevo mundo, más exterior, más abierto, rematado con el liderazgo de nuevas potencias, como Reino Unido y más tarde EEUU.

En 1776 con la Declaración de Independencia, desde el punto de vista económico, los Estados Unidos de Norteamérica se liberaron de las trabas mercantilistas que les imponía la metrópoli cuando eran colonias y se lanzaron a un proceso de expansión económica y territorial (conquista del Oeste) que los llevó a convertirse en una gran potencia.

Desde el punto de vista social, la burguesía asumió el liderazgo de una moderna sociedad de clases mientras otros estados permanecían anclados todavía en la sociedad estamental.

Desde el punto de vista político-ideológico, se consumó la primera revolución de carácter liberal que permitió hacer realidad las ideas más avanzadas de la Ilustración.
Y Toda esta corriente ilustrada llegó “por mar” también al Puerto de la Cruz, uno de los grandes focos de la ilustración Canaria. Estados Unidos pasa a ser área hegemónica del comercio portuense  y de allí viene por ejemplo el portugués Caballero Sarmiento con nuevas ideas, o las nuevas familias irlandesas en la segunda mitad del siglo XVIII como los Barry o los Cúllen, autor de obras en Filadelfia sobre el liberalismo radical y la emancipación americana.   

Aquí también nacieron otras figuras destacadas como los Iriarte, dinastía de intelectuales encabezados por Juan, académico de la lengua, Tomás, fabulista y autor teatral, Bernardo, político y consejero de Bonaparte, y Domingo, artífice del tratado de Basilea.

Pero también Agustín y José Bethencourt. El primero, fundador de la Escuela de Ingeniería española, inventor del telégrafo óptico, ingeniero en la Rusia de los Zares y considerado el científico español más importante de los siglos XVIII y XIX, y  el segundo, autor de obras de ideología ilustrada.

Y no podemos olvidar tampoco al médico Juan Antonio Perdomo Bethencourt, introductor de la inoculación de viruela en Venezuela y que falleció en el Puerto, desterrado por la inquisición por sus ideas ilustradas y defensa de la independencia o el pintor Luis de la Cruz y Ríos, primer pintor canario con una proyección fuera de las islas, reconocido como miniaturista en la corte de Fernando VII.  Pero sin duda es el historiador José Agustín Alvarez Rixo quien mantiene las ideas de la ilustración en el siglo XIX.

Todo ese espíritu ilustrado en esta primera Isla Exterior que fue el Puerto de la Cruz, frente a un conjunto de municipios menos predispuestos a las nuevas ideas, se plasma también en la creación del Jardín Botánico, centro de aclimatación de plantas exóticas, remitidas de todas partes del mundo como puente para su introducción en Europa. El suizo German Wildpret introdujo más de 7.000 especies de plantas y es referente obligado en la historia de la jardinería española. 

El hecho de que el Puerto de la Cruz haya sido la primera ciudad de Canarias  abierta al mundo, ya sea por su importancia comercial, como por el desarrollo turístico que la convirtió en 1888 en la ciudad con el primer overbooking de Canarias, ha marcado también la forma de ser de sus habitantes. El turista en el Puerto nunca se ha sentido extraño porque siempre ha convivido con el portuense y forma ya parte del paisaje urbano, sin distinciones. Aquí nunca se ha creado una zona turística ajena al municipio como ocurre en otros lugares de las Islas. El turista se siente como en casa. De hecho no es casual que muchos de esos visitantes hayan decidido trasladar su residencia y cambiar el clima lluvioso de Europa por las bondades de los inviernos suaves del Puerto de la Cruz.

Los primeros turistas  también contribuyeron a esa isla exterior. Trajeron nuevas ideas, nuevas costumbres y lo más importante, sentaron las bases de lo que es hoy la principal fuente de riqueza de toda Canarias.

Desde los comienzos del turismo y ante la falta de infraestructura turística existente, las gentes del puerto tuvieron que adaptarse a los nuevos tiempos. Se comenzaron  a abrir las puertas de las residencias hasta convertirlas en los primeros hoteles como ocurrió con el Marquesa, instalado en una casona del siglo XVIII, el Hotel Martiánez, propiedad del Marqués de la Candia o el Hotel Monopol. Se construyeron también edificios de nueva planta, concebidos específicamente para acoger a los turistas como es el Hotel Taoro, el más antiguo del Archipiélago y el más importante del siglo XIX. Con sus 193 habitaciones, representaba casi la mitad de las plazas turísticas de la isla. Este fue quizás, por su situación geográfica y el emplazamiento elegido el hotel que representa un nuevo tipo de establecimiento con importantes zonas ajardinadas, con 12.000 árboles y paseos, rompiendo con el anterior modelo de hotel vinculado al núcleo urbano.

Este magnífico edificio es en sí la esencia del origen turístico de esta ciudad y no me cabe la menor duda de que será el Ave Fénix del Puerto en no demasiado tiempo (…)  
Los primeros extranjeros en llegar fueron los ingleses, que se convirtieron en los mejores embajadores y animaron a otros tanto disfrutar de esta tierra tan propicia para la curación de enfermedades respiratorias. Fueron muchos de esos visitantes, convertidos en residentes, los que nos aportaron su conocimiento como es el caso de Alfred Diston, que fue nombrado en 1838 administrador del jardín Botánico  y gran artista que dibujó nuestros trajes típicos de Canarias, evitando así que cayeran en el olvido. El coronel Wethered, accionista del Gran Hotel Taoro fue otra de las personalidades que se enamoraron de estas tierras y contribuyeron a esa integración social con la construcción de la primera iglesia anglicana de España o el cementerio protestante, la Chercha, derivación de la palabra inglesa Church. Este fue el primer cementerio protestante que se construyó en Canarias y uno de los primeros de toda España. Su construcción fue  incluso anterior a la del cementerio municipal de San Carlos.

Esa influencia ha quedado también plasmada en la arquitectura, con sus opulentas casas, como la de los Blanco, con el torreón Ventoso, la desaparecida casa Yeoward. También las de los Valois y los Cólogan que tendrán su casa en lo que es hoy el Hotel Marquesa y que acogió a visitantes ilustres y célebres científicos como Borda o Alexander Von Humboldt. 

Ese ha sido, es y será el éxito del Puerto. Su capacidad para acoger al viajero sin perder ni un ápice de su personalidad. Ese sentimiento “espanglish” que se ve reflejado en calles  y lugares emblemáticos como Sitio Litre, que viene del inglés Little, apellido de la familia que habitó esta residencia y punto de encuentro de viajeros importantes, la calle Blanco, que proviene de la familia White, o Valois que viene del apellido Walsh, familia asentada en el Puerto de la Orotava desde 1680.

Y este lugar que no por casualidad eligieron los primeros ingleses ha seguido con el paso de los años atrayendo a turistas.    

Entre los años 50 y 80 se vive el auténtico boom turístico que llega con el aeropuerto de Los Rodeos y su apertura al tráfico de vuelos nacionales e internacionales, gracias en gran medida, a la figura del portuense Isidoro Luz Carpenter, nombrado presidente del Cabildo en los albores de los 60 que logra ampliar la pista de operaciones y una nueva terminal, entre otros logros para esta zona de la Isla.  Tenerife y el Cabildo en definitiva tienen una deuda pendiente, no sólo a su persona, sino también a su labor en defensa de los intereses de esta parte de la Isla y me atrevo a anunciar que Isidoro Luz dará nombre a algún lugar emblemático de esta ciudad como justo homenaje a su persona.

Si en los primeros años fue el mar el que trajo los primeros turistas en esta época, el transporte aéreo es el que mueve al turista hacia este destino.

Es aquí donde quisiera detenerme para hablarles de otro concepto vinculado a la Isla ultraconectada en la que pongo todo el énfasis con el fin de conseguir que nuestra posición geográfica, en lugar de ser obstáculo para nuestro desarrollo, se convierta en oportunidad.

La mejoría de la conectividad aérea en el aeropuerto de los Rodeos, que ha ampliado su horario para mejorar las conexiones e incrementar los vuelos, se traducirá en más visitantes para esta parte de la Isla.

Pero de nada sirve traer más turistas si el destino se queda obsoleto y anclado en la nostalgia de lo que un día fue frente a otros destinos más modernos y competitivos.

Desde las instituciones y con la implicación decidida del sector hotelero  estamos empeñados en que esto no ocurra y me atrevo a afirmar con rotundidad que el Puerto de la Cruz vive en estos momentos una auténtica revolución. Una nueva semilla de ilusión que está creciendo pero que necesita mucha agua.

De nada sirven todos los esfuerzos si no animamos desde dentro, si no derribamos los muros que nos impiden ver que este municipio es capaz de reinventarse para ofrecer experiencias únicas que no se encuentran en ningún otro lugar. Es el momento de prepararnos para ofrecer la calidad que exige el turista del siglo XXI.

El empresariado se ha implicado de forma activa en la renovación del destino, que permitirá actualizar más de 7.000 plazas [el 36 por ciento de las disponibles en el municipio] y la construcción de dos nuevos hoteles y una casa rural.

Acciones como la creación de la marca Puerto de la Cruz Experience y el Club de Producto, del que forman parte y más de un centenar de empresas (110); el programa de mejora de calidad de los servicios turísticos o la dinamización de actividades en el espacio público son pasos que demuestran el revulsivo que vive el Puerto de la Cruz con la participación de todos los agentes implicados que es lo que realmente es necesario para sacar adelante los proyectos y hacer que finalmente las cosas sucedan y que ha influido en un incremento de turistas en el municipio por encima del 7% con respecto al pasado año.

Pero todo este esfuerzo privado debe ir también  acompañado de una importante mejora de los espacios públicos. Si la construcción del Complejo de Martiánez y Playa Jardín, fueron  revulsivo para la recuperación del puerto tras la crisis de los años 70, es ahora toda la actuación prevista en el frente marítimo, con la Playa de Martiánez, el paseo de San Telmo y el Muelle y Parque Marítimo, la que contribuirá a la dinamización del motor económico que supone el Puerto de la Cruz para todo el norte de Tenerife. He dicho en numerosas ocasiones que si el Puerto va bien, todo el norte de Tenerife irá bien y no soy el único convencido. Somos muchos los que pensamos lo mismo, como ha quedado demostrado estos días en torno a la actuación prevista para realizar por fin el muelle y Parque Marítimo, la obra más demandada que comienza a ver la luz.  

El Cabildo, la institución que desde hace casi un año me honro en presidir, está estrechamente ligada a las propuestas que se han hecho a lo largo de la historia. Casi el otro día, en los Acuerdos del Cabildo de diciembre de 1506, ya se recoge textualmente la conveniencia de “Que se faga un muelle en el puerto del Araotava”, que viene a confirmar la existencia de una incipiente actividad portuaria en el Puerto de la Cruz en los primeros años del siglo XVI.


La ubicación propuesta también ha variado a lo largo de la historia y durante el siglo XVI, fue la desembocadura del barranco de San Felipe la que se creyó mejor pero un texto de Viera y Clavijo refleja el motivo del cambio y cito textualmente: “Abriose el Puerto Viejo en la caleta o ensenada del barranco... Pero, habiéndose echado a perder con una avenida y reconociéndose que las olas de aquellos mares del Norte eran demasiado bravas en dicho sitio, se abrió el Puerto Nuevo que hoy existe”. 

Twitter Delicious Facebook Digg Stumbleupon Favorites More